Paseos y excursiones:

El puerto de Piriápolis

Es uno de los lugares más bellos que encierra la ciudad. Ideal para disfrutar un almuerzo o para contemplar la puesta del sol desde sus grandes rocas.

En Piriápolis, al pie del cerro San Antonio (o Del Inglés, tal su nombre original) se encuentra uno de los principales paseos de la ciudad: el puerto. Allí, para los amantes de la navegación, se encuentran amarradas varias decenas de embarcaciones de diferentes estilos. Tiene capacidad para albergar hasta 80 barcos, la mayoría de ellos muy vistosos y atractivos.

Reinaugurado en 1997, se trata de un sitio muy moderno y seguro, especialmente diseñado para las embarcaciones deportivas. Está protegido por dos escolleras (en una de ellas se encuentra el faro), razón que explica la tranquilidad de sus aguas.

Al puerto, que se encuentra a pocos metros del teleférico que permite subir y bajar al mencionado cerro y que fue construido por iniciativa de Francisco Piria en 1916, se puede acceder en auto o simplemente caminando (debido a su cercanía del centro) por la Rambla de los Argentinos, que bordea el mar en toda la ciudad.

Al pasear por el puerto, es habitual observar a los dueños de los barcos realizando tareas de limpieza y reparación, preparándose para realizar una buena jornada de pesca y a visitantes que planean realizar un día de navegación en los barcos que zarpan cada día desde el puerto, con el fin de encontrar buen pique aguas adentro o tan solo disfrutar de un día en el mar observando la fisonomía de Piriápolis.

También se dejan ver vecinos que, sentados sobre la rambla con sus reposeras, disfrutan del espectáculo entre mate y mate.

El puerto es tan completo que entre los servicios que ofrece figuran la recolección de residuos, electricidad y una oficina de Aduana y Migraciones. Para quienes disfrutan de comer pescado, el paseo tampoco los defraudará. Frente al puerto se encuentran varios restaurantes que se especializan en gastronomía que incluye diferentes productos de mar.

Claro que los que gustan de preparar sus propios platos tampoco pueden perderse este paseo. Desde el puerto, caminando unos doscientos metros hacia el este siempre por la rambla se puede llegar a los “puestitos” de venta de pescado fresco y frutos de mar.

Ubicados uno al lado del otro, los “stands”, casi todos ellos atendidos por mujeres, permiten escoger diversas variedades de animales, como mejillones, corvina, brótola o pejerreyes, entre otros. La variedad es tan grande que los compradores pueden elegir qué producto llevarán, el peso exacto que necesitan o, directamente, encargar a los pescadores sus requerimientos.

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