Adentrándose en la inmensidad
Para llegar al cerro se debe recorrer una vasta playa que lo separa del último reducto de civilización: la playa La Moza del balneario de Santa Teresa.
Antes de comenzar, se ve un cartel en la playa del Cerro Verde que indica que es peligrosa y que no tiene guardavidas. En un punto, en mitad del recorrido, miramos a ambos lados y apenas pueden verse los contornos verdes de La Moza y del Cerro Verde, pequeño a la distancia. Es un momento especial: la sensación de estar tan apartado del mundo conmueve. Estábamos en medio de la enormidad de la naturaleza.
Fauna en estado puro
Sobre el cerro se han construido dos miradores de madera, donde carteles con imágenes detallan la fauna terrestre y marina del lugar (más de 500 especies). Desde ellos se llega a ver la Isla Verde y la Isla de la Coronilla, refugio donde desovan las tortugas marinas.
En el cerro sobreviven numerosas especies de insectos -escarabajos en particular-, que tienen libertad para desarrollarse sin la intervención de la civilización. En ocasiones se puede avistar lobos marinos descansando sobre las rocas y, con suerte, alguna ballena emergiendo para tomar aire en su camino hacia aguas más frías.
Es un lugar ideal para aquellos que deseen contemplar de cerca la naturaleza desde su perspectiva más virgen y salvaje.