Arquitectura mudejar
De origen netamente moro, la plaza posee una arena en forma circular, hoy cubierta por pasto, y una tribuna que la envuelve y la protege con grandes arcos de herradura que se repiten a lo largo de su circular recorrido. Su arquitectura de estilo mudejar es el resultado de la confluencia de las manifestaciones musulmanas con expresiones occidentales, algo típico de la península ibérica.
La fiesta taurina atraía espectadores de las familias más adineradas, tanto de Buenos Aires como de la cercana Montevideo, que llegaban en buques de vapor con destino final en el muelle del Real San Carlos o la ciudad de Colonia. El barco los dejaba a tan sólo cinco cuadras de la plaza de toros y desde allí partían carretas o carros que depositaban a los visitantes en las casas de apuestas o en la entrada misma de la plaza.
En Uruguay, sí
La idea de la construcción fue de inversores argentinos radicados en Buenos Aires que debieron negociar para ello con empresarios uruguayos, sobre todo de la entonces pujante Montevideo. Argentina había adoptado una posición contraria a este tipo de espectáculos, por lo que Uruguay se constituía como un importante polo de atracción para los amantes de los toros.
La plaza funcionó apenas dos años y en ese lapso se realizaron sólo 8 corridas oficiales; la última de la que se tiene registro se llevó a cabo en febrero de 1912. Fue una ley del gobierno uruguayo la que prohibió este tipo de espectáculos por todo el país.
Desde que la prohibición se hizo ley, la plaza que en sus años de gloria podía albergar a la totalidad de la población de Colonia ha quedado abandonada y sólo algunos fantasmas de aquellos tiempos siguen toreando, corriendo y bramando como hace tantos años.
Ubicación
Características
DificultadBaja
Tipo de tourContemplativo
Extras
Imprimir este paseoDatos Útiles
Para tener en cuentaHoy, la plaza se encuentra abandonada, pero no por ello deja de ser un atractivo turístico. Un hombre de sobretodo negro que cuenta haber sido “torero” rememora la historia e invita a entrar a los turistas que merodean la Plaza del Real San Carlos. No solo se encarga de contar el pasado, sino que también recrea a través de su relato cómo se desarrollaban las corridas. Explica dónde se ubicaban el público, los hombres, las mujeres y los niños, las autoridades nacionales y provinciales y, por supuesto, el lugar en que se ubicaba el torero y “la puerta” por la que el gran toro negro entraba a la arena a jugarse su vida. Todo suena tan real y verdadero, que por momentos pareciera borrarse la línea que divide el pasado del presente. Quien escucha puede imaginar que en cualquier momento el gran toro y el torero otra vez empiezan a escribir la historia de la 9na corrida, la que nunca ocurrió.