En cada lugar donde se festeja el Carnaval, se llevan a cabo distintos tipos de celebraciones que tienen el mismo fin: que por un tiempo determinado el pueblo dé rienda suelta a sus formas populares de expresión. Así se crea un espacio de libertad individual y colectiva que se manifiesta en el lugar más publico de todo pueblo: sus calles.
En Uruguay, en la época colonial durante los días de Carnaval los esclavos negros solían vestirse con las ropas de sus amos que tomaban prestadas sin que estos se dieran cuenta y usaban al revés, con lo cual mostraban los colores brillantes del raso. Luego, siempre de noche, con tambores, faroles y velas se dirigían hasta las murallas de la ciudad donde cantaban y bailaban incansablemente hasta los primeros rayos del sol.
En estos barrios marginales, que en Montevideo eran los barrio del Sur y Palermo, los negros batían sus tambores para producir una “llamada ancestral” y así lograr una unión entre todos. También estaban presentes “los lubolos”, que eran hombres blancos que se pintaban para participar de estos festejos que desde que se iniciaron se han vuelto imperdibles.
En la actualidad, Las llamadas de Carnaval constituyen una fiesta que se realiza en los mismos escenarios de antaño (los barrios del sur de la ciudad) y se traducen en una celebración multiétnica donde los tambores y sus sonidos continúan siendo los grandes protagonistas. El candombe se apropia de la noche y las distintas agrupaciones desfilan hasta el final de una extensa calle que es admirada por miles de turistas de todo el mundo, incluso de los sectores más altos de la sociedad montevideana. Algo realmente imperdible y maravilloso.