José Ignacio fue el primer poblador español que habitó estas costas y, como era de esperarse, tuvo que hacerse pescador para sobrevivir a este bravo mar que, cuando soplan vientos fuertes, se lleva todo consigo. En homenaje a él se le puso nombre a este lugar. Hoy la localidad apenas parece habitada en invierno y se transforma por completo con la llegada del verano y sus miles de veraneantes.
A pesar del paso del tiempo y de las nuevas tecnologías, las construcciones que se encuentran alrededor del faro conviven armoniosamente con la naturaleza. Las dunas y las grandes piedras continúan en el mismo sitio, tal como las viera el famoso José.
La punta del pueblo se adentra en el océano y forma un bellísimo rincón natural donde puede observarse el faro construido en 1877, el cual posee un alcance lumínico de 9 millas. Su alcance geográfico es de 16,5 millas y la intensidad luminosa abarca 1.550 candelas que emiten un destello cada 2 segundos, lo cual permite ubicarse a los navegantes en las cerradas noches.
Lejos de los tiempos en que José Ignacio pescaba y esperaba órdenes de la corona española, recién en el año 1917 el agrimensor Eugenio Martínez realizó el primer loteo de terrenos. Se trataba de un visionario que creyó en la zona cuando nadie preveía que este rincón uruguayo iba a convertirse en uno de los lugares elegidos por famosos de todo el mundo para descansar. Si hoy los viera José…