Vivir durante un tiempo en una estancia permite que el afortunado experimente pequeñas vivencias que se incorporan al patrimonio personal de los gestos sociales. La siesta es respetada a rajatabla al igual que el silencio de la noche, a no ser que haya algún festejo o motivo de festividad. El nombre y el apellido bastan para darse a conocer. Cuando uno se aloja en una estancia pasa a ser un huésped activo durante el tiempo que dure la estadía, es decir que uno es invitado a participar de todas las tareas diarias y rutinas; sin embargo, hay costumbres, como la preparación del asado, que están reservadas a los gauchos de la estancia. Un buen mate es también una forma de acercarse a los dueños o al personal del lugar, ya sean caseros o peones. Formar parte de una ronda de mate acerca a las personas y elimina las diferencias entre visitantes y anfitriones.