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La isla mágica
Pablo Etchevers Pablo EtcheversLa isla Martín García es una isla mágica. Actualmente argentina, pero a tan sólo 3,5 kilómetros de las costas uruguayas, su naturaleza e historia la hacen merecedora de una visita.
Durante un tiempo la jurisdicción de la isla era compartida por los dos países; un tratado entre ambos en 1973 le asignó nacionalidad argentina. Pero son cientos los uruguayos que en los fines de semana de todo año la visitan en forma regular, por su historia, por la naturaleza que cobija y por algunos detalles que la han hecho famosa, como por ejemplo los panes dulces que se hornean en la vieja panadería de la isla. A lo largo de la historia mucho se ha hablado de la isla Martín García y de su cercanía con Uruguay.
Pero ¿qué es lo que hay para ver en Martín García? Un teatro-cine, un antiguo penal, un pequeño museo, el viejo faro, senderos que aún conservan su naturaleza virgen, la historia política de la región, además de los panes dulces más ricos, son las respuestas más comunes cuando se le hace la pregunta a alguien que ya la había visitado.
Hermosa y solitaria
La isla Martín García está estratégicamente ubicada en el Río de la Plata sobre la desembocadura del arenoso río Uruguay. Si bien pertenece a la República Argentina, se encuentra más cerca de Uruguay que del puerto del Tigre, en Argentina, del cual la separan 35 kilómetros por vía fluvial.
Fue descubierta en febrero de 1516 por Juan Díaz de Solís, quien mientras buscaba un paso interoceánico se topó con el dulce Río de la Plata. Solís, desconcertado por ver un mar tan grande cuyas aguas no eran saladas sino dulces, lo bautizó, como era de esperarse, “Mar Dulce” y fue durante estas exploraciones que la isla fue descubierta. En ese viaje exploratorio que venía de altamar, muere uno de los tripulantes más queridos. En su honor, la recién avistada isla fue bautizada “Martín García”.
La isla es un desprendimiento rocoso del plegamiento precámbrico del macizo de Brasilia y tiene 1.800 millones de años. Su origen es distinto al del resto de las islas del delta, que se forman por acumulación de sedimentos provenientes de los ríos Paraná y Uruguay.
Tiene una altura de 27 metros sobre el nivel del mar y es lo suficientemente húmeda como para albergar una vegetación extraordinaria: allí se encuentran selvas en galería y la típica flora y fauna de la región litoraleña.
Como un faro mirando el río
La isla siempre estuvo en el mismo lugar, inmutable. Pero, a diferencia del presente en que se puede llegar a ella en embarcaciones privadas en cuestión de minutos, años atrás llegar hasta allí no era cuestión de horas sino de días, y de varios días.
En la época colonial, el lugar era ideal para albergar a los presos más peligrosos de las ciudades de Montevideo y de la vecina Buenos Aires. Nadie podía escapar de ella, ya que allí el Río de la Plata se vuelve bravo, intolerante y anchísimo y el Uruguay desagua con tanta fuerza que es imposible cruzarlo a nado. Quizá por ello, el antiguo penal era en lo primero que se pensaba cuando se nombraba la isla en esa época.
Los presos trabajaban en las canteras de granito (hoy inundadas por una hermosa laguna llena de plantas acuáticas) y volcaban la producción de adoquines en grandes carros que, mediante un sistema de rieles, llegaban hasta el muelle de la isla, donde las piedras eran cargadas en los barcos.
Estos primeros adoquines dieron origen a las calles de lo que hoy se denomina el casco histórico de Montevideo, tanto de las callejuelas del puerto como de los viejos mercados de la ciudad.
Martín García fue testigo de numerosos combates navales que se daban en la zona por el dominio estratégico de estas aguas. Observó huir al almirante Brown hacia Montevideo para luego verlo invitar a las tropas españolas a hundirse en los Bajos del Temor. Demoró a los tripulantes del acorazado Graff Spee. Funcionó como lazareto y puerto de cuarentena con las epidemias de cólera y fiebre amarilla que se registraron en Montevideo y Buenos Aires y vio caminar por sus calles al poeta Rubén Darío, entre tantos otros hechos notables.
Por todo ello, si usted se encuentra próximo a las ciudades de Colonia del Sacramento, Carmelo o Nueva Palmira, la visita se vuelve una obligación única.
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