La historia a sus pies
El 31 de enero de 1753, Joseph Polloni comandaba el galeón español llamado “Nuestra Señora del Rosario” proveniente de Cádiz (España) y un mal cálculo de navegación lo hizo encallar en los roquedales del cabo hasta entonces sin nombre. El accidente, del que no se registraron víctimas, hizo que se bautizara el lugar con el nombre con el que se llamaba coloquialmente el barco: “Polonio”.
Los náufragos que permanecieron allí fueron los primeros pobladores del lugar y continuaron sus días pescando hasta que finalmente fueron rescatados y pudieron regresar a España a bordo de otros galeones españoles de la época.
Zona de difícil navegación, los sucesivos naufragios llevaron a la instalación del faro en el año 1880 para guiar a los navíos que sin una referencia no lograban sortear los roquedales. Posteriormente, el estado uruguayo inauguró una factoría para la explotación lobera y a partir de ese entonces se fue formando una pequeña población estable relacionada con las faenas y la pesca.
De los lobos al turismo
Los años comenzaron a dar a luz el espíritu conservacionista de que hoy goza la región: los lobos marinos fueron protegidos y las faenas abandonadas por completo, por lo que las poblaciones de fauna se multiplicaron como en sus orígenes.
Actualmente, solo un centenar de pobladores estables continúa viviendo de la pesca artesanal; ahora el turismo de verano atrae la presencia de jóvenes artesanos, ecologistas, artistas, escritores y amantes de la soledad, entre tantos otros. Y aunque el tiempo pasa, por momentos parece que aquí nada ha cambiado. Cabo Polonio hoy sigue siendo tan fascinante como ayer.
Sin lógica propia
Polonio no tiene calles ni plazas ni nada que la asemeje a otra ciudad. Aquí todo pareciera ser libre y por momentos esta libertad de lógica ha pasado a ser parte del sentido común; por eso gusta tanto.
Cuenta con limitados servicios, carece de agua potable y de luz eléctrica; sólo la arena, las piedras y el mar se encargan de pintar el paisaje, porque el lugar tampoco tiene árboles. Pero a pesar de su precariedad, sus casitas, el aullido constante de los lobos marinos, el viento y la bravura de las olas del mar siguen resultando excelentes excusas para acercarse a visitarlo.
Lo más interesante es que quien quiere llegar a Cabo Polonio debe vivir como lo hacen sus habitantes: tratando de hacerse notar lo menos posible y teniendo a la ecología como un valor prioritario en su vida. La mayoría de los habitantes estables tiene baterías que carga en el faro, el único lugar que cuenta con corriente eléctrica y que permite que de noche algunas pocas lamparitas e infinitas velas lo vuelvan un sitio mágico y maravilloso.
Ubicación
Características
Tipo de tourContemplativo
Extras
Imprimir este paseoDatos Útiles
Para tener en cuentaEl faro fue construido en 1880 y declarado monumento histórico nacional en 1976. Su altura es de 25 metros, su altura focal es de 39 metros y su alcance geográfico es de 18 millas náuticas, casi 30 kilómetros. Se lo puede visitar durante el día.