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Tortugas en peligro
Florencia Pollack Florencia PollackLa presencia de tortugas marinas en las costas del norte uruguayo era parte del sentido común de su gente, hasta que un día ya no se hablo más de ellas. Hoy están volviendo.
Durante miles de años, las tortugas marinas desovaron en las costas de Rocha sin que el hombre interviniera en el ciclo de la naturaleza. Hoy, es el hombre quien las ayuda a que lo sigan haciendo.
El área de Cerro Verde, al este, en la zona más cercana a la frontera con Brasil, es el sitio donde se desarrolla este cautivante fenómeno que todos los años logra atraer a voluntarios no sólo de Uruguay, sino de todo el mundo.
Complicadas condiciones
Aún no se sabe con certeza por qué las tortugas marinas desovan en una playa en particular, primordialmente en aquélla que las vio nacer.
De todos los huevos que entierran las tortugas en la arena, sólo un pequeño porcentaje de las crías que nazcan logrará llegar a la edad adulta. La principal dificultad que enfrentan es sortear las primeras 48 horas de vida, en las que deben trasladarse desde la arena hasta el mar y procurarse su alimento evitando numerosos depredadores (son el plato predilecto de las gaviotas). Algunas de ellas, incluso llegadas a la edad adulta, sufren lesiones o mueren a causa de los desechos que de manera inescrupulosa son arrojados por el hombre al mar.
¡Al rescate!
El Proyecto Karumbé vela, desde 1999, por el bienestar de estos inofensivos y atractivos animales.
Lo más común es que las tortugas confundan distintos desechos -como plásticos- con alimentos, lo que les provoca, al ingerirlos, intoxicaciones o lesiones internas.
Los jóvenes voluntarios del proyecto las rescatan y rehabilitan, para luego devolverlas al océano. Con el fin de prevenir, además de curar, estos accidentes, organizan campañas y eventos para que la población tome conciencia del riesgo que corre la especie.
Una segunda oportunidad
Un grupo de niños celebra con entusiasmo y exaltación a orillas del mar. A las siete de la tarde de un domingo, Karumbé liberará una tortuga a la que finalmente ha devuelto la salud.
El grupo del proyecto ha pasado el día jugando con los niños, enseñándolos a querer, cuidar y respetar a esta especie en peligro de extinción.
La tortuga mueve sus aletas cuando uno de los jóvenes la levanta cuidadosamente para depositarla sobre la arena. Entre vítores y aplausos de chicos y grandes, la tortuga camina instintivamente por la orilla hasta sumergirse en el agua en busca de sus pares.
Hasta luego
Cuando apenas se veía el caparazón alejándose mar adentro, no pudimos dejar de pensar en los extraños mecanismos que tiene la naturaleza. Con un poco de suerte, la pequeña tortuga volverá a encontrarse con alguno de los suyos y seguramente en un año, en esta misma playa, cumplirá su misión de perpetuar la especie. Tal como sus ancestros lo han hecho desde siempre.
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