Aguas Dulces fue creciendo y muchos se quedaron a vivir allí y, por qué no decirlo, a jubilarse dignamente junto al mar, al vuelo de las gaviotas y a una soledad reinante que no por eso deja se tener vida propia.
Desde la entrada de la ruta nace una calle precisamente denominada como la principal (en realidad, su nombre es Av. de los Palafitos) y que atraviesa las escasas manzanas que tiene el pueblo. Esta calle-boulevard, que durante los meses del verano se vuelve intransitable, muere en otra calle que hace de costanera local: Cachimba y Faroles, la cual aloja a casi la mayoría de los comercios y servicios del pueblo.
Lo majestuoso del desorden
Amparadas bajo la regla del desorden, y apenas ordenadas por algunas calles que delimitan las propiedades, se mantienen en pie las casas de pescadores y habitantes de este poblado cuya vejez se respira a cada paso. Sólo de vez en cuando la presencia de alguna motocicleta o viejo carro interrumpen la tranquilidad de estas desérticas calles cuyos nombres corresponden a especies de árboles, peces o pájaros.
Los murales y las pintadas son una de las características más peculiares del lugar. Se observa la larga obra que distintos y reconocidos artistas plásticos han sabido armonizar con los frentes de algunas construcciones aportándole magia y color a un lugar que ya tenía su propia magia.
La escuela, la comisaría, la oficina de teléfono y los restos del Arinos, un viejo barco que encalló en el siglo pasado, son parte de los atractivos que el visitante observa mientras recorre la ciudad. Pero son también el toque mágico que tiene este lugar en el mundo en donde la nada pareciera ser parte de la normalidad de sus habitantes, lo cual se altera con la llegada del calor y del verano. Distintas formas de ver y disfrutar el mismo sitio que muta y se recicla sin perder su adorable encanto.
Ubicación
Extras
Imprimir este paseoDatos Útiles
Para tener en cuentaLa pesca es una de las actividades preferidas de los habitantes de la ciudad durante el invierno. En esta estación, grandes cardúmenes de pejerreyes se acercan a la orilla y son tentados a tiro de caña por los lugareños. El olor a pescado frito se disfruta en los restaurantes o cantinas de la calle costanera.