Alrededor de las 20 horas, el público que circula por esta calle es un gran retrato del espíritu de La Pedrera. Matrimonios con bebés comienzan a ver cuál será el lugar elegido para la cena; adolescentes y jóvenes, descalzos y aún con sus trajes de baño, toman un yogurth o una leche chocolatada mientras algunos padres realizan sus compras en los mercados. En algunas de los bares o casas de té, los más atrasados terminan sus meriendas mirando el movimiento incesante.
Las construcciones que presenta la peatonal también son muy heterogéneas. Además de los negocios donde comprar alimentos, se destacan una gran cantidad de bares, que ofrecen menús prometedores sazonados con música y, para la noche, diversión asegurada.
Completan la oferta negocios con equipos para surfistas, casas para comprar pizzas o empanadas y hasta una vieja iglesia frente al destacamento policial.
La mezcla se completa con el Club Social La Pedrera que, en grandes pizarrones apostados sobre la vereda a la vieja usanza, exhibe su propuesta integral: cine para los niños (y el resto de la familia) a las 22 horas y fiesta para los más grandes después de la medianoche.
Mientras tanto, a pocos metros del club, un grupo de jóvenes despliega sus telas y enseña circo a los chicos que se animan a saltar y trepar.
Ya bien entrada la noche, la peatonal es patrimonio de jóvenes en busca de música, baile y diversión, una misión que les demandará varias horas. Tantas que verán, sobre el final de la peatonal, cómo asoma la luz del sol sobre el acantilado anunciando un nuevo día en este inigualable pueblo uruguayo.