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El Argentino Hotel
Pablo Etchevers Pablo EtcheversSin duda, es la construcción más bella que tiene la ciudad de Piriápolis. Su historia, su fama, sus visitantes ilustres y su presente hacen de este un sitio imperdible.

"Un clásico", son las escasas palabras que se necesitan para describir acertadamente el mágico y maravilloso hotel internacional que tiene Piriápolis y que es posible vislumbrar ni bien se entra a la ciudad.
Esta maravillosa obra arquitectónica fue construida en el año 1930. Su majestuosidad lo hizo conocido en todo el mundo; los diarios de cada país y en cada lengua hablaban de la “perla” que tenía de ahora en más el océano Atlántico.

Las familias de la aristocracia local, tanto de Montevideo como de la vecina Buenos Aires, comenzaron a poblar año tras año, temporada tras temporada, sus eclécticas habitaciones. Piriápolis comenzó a ser frecuentado por miles de visitantes que en sus trajes de baño (desde los primeros que lo cubrían todo hasta la aparición de la bikini) iban mostrándole al mundo las nuevas modas y costumbres de una palabra que comenzaba a sonar en boca de todos: turismo.
El Argentino Hotel lo tenía todo para aquellos tiempos. La belleza de su frente, ubicado sobre la espectacular rambla de la ciudad, le aportaba al lugar un aire europeo. Lo mismo hacían sus visitantes, hombres y mujeres impensados.

Un presente casi mágico
El Argentino Hotel fue la culminación perfecta de toda la obra de arte que don Francisco Piria ideó y construyó a su bello antojo para esta mágica ciudad junto al mar, a la cual llamó Piriápolis. Sus dotes de urbanista, empresario y alquimista forjaron la personalidad de un hombre que vio mucho más que médanos, mar y sierras. Y que decoró con esfuerzo y trabajo los sueños que lo desvelaban cada noche.
Quizá por ello la construcción del hotel fue tan sobredimensionada para aquellos años, como si con esta gran obra se hubiese querido dejar huellas de un pasado glorioso para esta región del mundo y los hombres que la habitaban.

El hotel hoy cuenta con las mismas 300 habitaciones y el mismo mobiliario con los que fue inaugurado a mediados del siglo XX. Sus famosas suites y varios salones, además de sus espacios comunes, hacen de este lugar un sitio único donde cada uno de los huéspedes encuentra la armonía necesaria para disfrutar de su estadía.
Acompañados siempre por la vista del mar o las sierras del Pan de Azúcar, los visitantes pueden disfrutar de los servicios que allí se ofrecen, desde baños termales marinos o piscinas climatizadas hasta espacios recreativos para practicar tenis, fútbol e incluso patín.

Por todo ello, no caben dudas de que tanto en su interior como en sus alrededores se sigue respirando el espíritu de una época en que construir el hotel más grande y lujoso del mundo era el ideal que perseguían hombres comunes que se han ido extinguiendo con el paso del tiempo. Don Francisco Piria era uno de ellos.

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