A partir de 1750, la ciudad de Montevideo comenzó a recibir de África una innumerable cantidad de esclavos que, si bien provenían del mismo continente, lo hacían de etnias muy distintas. En su mayoría eran del África oriental, ecuatorial y bantú, pero también otras áreas del África occidental sufrieron la pérdida de sus mejores jóvenes y guerreros.
A partir de esos años, millones de hombres de color pasaron a formar parte del repertorio de esclavos y servidores que tenían las familias de bien, tanto en la ciudad de Montevideo como en la vecina Buenos Aires (Argentina). Todo trabajo forzado en América pasó a ser llevado a cabo por los esclavos, hombres que no sólo fueron humillados durante siglos, sino que también carecían de identidad en el nuevo continente.
Tristes, solitarios y sin rumbo, añoraban su música, su religión, sus costumbres y, sobre todo, su tierra. Sus amos, que muchas veces incluso creían hacerles un favor al permitirles servirlos, castigaban duramente toda nostalgia o recuerdo de aquel pasado feliz.
Fue el Carnaval lo único que los ayudó a resistir. De tanto en tanto, los esclavos volvían a recordar sus viejos tambores africanos con los cuales realizaban sus ritos de caza, sociales o religiosos. Así surgiría lo que hoy se denomina candombe: ritmo de tambor y baile cuyo origen debemos a estas etnias que llegaron a tierras rioplatenses en barcos españoles e ingleses. Antes de que la esclavitud fuera abolida, estos hombres y mujeres, con permiso de sus amos, se reunían en casas de la zona más vieja de Montevideo y allí volvían a conectarse con los suyos.
Cuando llegó la libertad, comenzaron a agruparse en los barrios más pobres de la ciudad, como eran los barrios del Sur y Palermo, donde ya se festejaban las ancestrales Llamadas.
La presencia en las Llamadas de los negros lubolos fue la mejor idea que se le ocurrió al hombre blanco para pedir públicamente perdón a sus hermanos de color por semejante barbarie y genocidio. Se trata de blancos que se disfrazan de negros para sentir el Carnaval como ellos.
Quien mira el espectáculo desde fuera sólo ve hombres y mujeres felices celebrando una de las fiestas más hermosas que tiene Uruguay: el Carnaval de Montevideo. Hermanos que, aunque con distintos colores de piel, siempre deberían haber sido vistos por su naturaleza de seres humanos.